Para que el actor principal pueda entrar y salir por las galerías que crea con sus personajes, el pianista no se puede conformar con ser un mero músico acompañante. Ha de ser y es otro actor, un personaje escénico indispensable para completar con su gesto atónito, con sus réplicas, con sus comentarios o refutaciones la actividad del compañero. Cuando a su partenaire, Miguelón, le da por convertirse en un Anciano, una de sus interpretaciones más geniales, al Maestro Ruiz le queda la compleja labor de ser, nada menos que el Mar. Ese encuentro surrealista, a las puertas de un imaginario casting, de dos personajes que se postulan para recrear en el cine la célebre novela de Hemingway “El viejo y el mar”, puede darnos una idea del tipo de humor ante el que nos encontramos. Los números se van sucediendo con ese espíritu entre lo grotesco y lo esperpéntico. Se asiste en el espectáculo a una entrevista televisiva en prime time con el propio Jesucristo, al anuncio del programa para la tradicional Degustación de Rabo de la Tierra (mejor que sobre que no que falte) o al filosófico titulado Fuera de Sitio, con dos personajes que se encuentran en el banco de un parque y a los que les asaltan cuestiones tan trascendentales como: dónde estamos, quienes somos, qué hacemos, o dónde vamos. |